Unidad V
-El hombre y la muerte:
Cultura y final de la vida: En ese momento, se sabe que no será posible combatir la enfermedad y que probablemente el tiempo de vida restante sea limitado. Es posible que su médico incluso le haya dicho que ningún tratamiento realmente puede detener su cáncer y que el tiempo de vida que queda es poco. Los pacientes y sus familiares a menudo tienen preguntas sobre qué podrían esperar durante estos últimos meses de vida. La información que se presenta a continuación ha sido preparada para ayudar a conseguir una respuesta a algunas de estas preguntas.
Pensar sobre la muerte puede ser aterrador y doloroso, pero es un momento para enfocarse sobre las cuestiones físicas, espirituales, emocionales y familiares. Compartir sus metas, esperanzas, expectativas e inquietudes con su familia, sus seres queridos y su equipo de atención médica puede serle útil durante esta etapa difícil. Saber qué puede esperar y cómo sobrellevarlo puede permitirle conseguir el apoyo y la atención que necesita para que pueda tener la mejor calidad de vida posible.
Enterarse de que el cáncer está en una etapa avanzada y que el tratamiento ya no surte efecto puede generar temor y una sensación de estar sin rumbo. Esto es normal. Las personas tienen muchas preguntas, tales como:
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¿Qué me va a suceder?
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¿He hecho todo lo que debo hacer?
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¿Cuáles son mis otras opciones?
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¿Cuánto tiempo de vida tengo?
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¿Cuánto control tendré sobre mi propia vida y muerte?
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¿Se llevarán a cabo mis deseos sobre mi atención?
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¿Cuánto dolor y sufrimiento padeceré?
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¿Y si mi médico desea que se continúe con el tratamiento?
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¿Qué voy a hacer respecto al dinero?
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¿Cuánto tiempo estaré pasando por esto?
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¿Cómo puedo imponer esta responsabilidad a mi familia?
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¿Será la carga demasiado pesada para mi familia?
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¿Qué sucederá cuando fallezca?

-Implicaciones sociales e individuales del cuidado de personas moribundas:
Los pacientes moribundos tienen muchas necesidades: emocionales, espirituales y físicas. Sin embargo. La que mejor debe guiar a la enfermera es la necesidad de morir decorosamente. Al explicar una forma positiva de encarar la muerte. Saunders aconseja que “atendamos continuamente los pacientes”, no en sus necesidades, sino en su valor, no en su dependencia, sino en su dignidad”.
Para obtener la fuerza y el valor para encarar la muerte con dignidad, muchas personas encuentran en sus creencias religiosas una inestimable ayuda. Es frecuente que los pacientes y sus familiares busquen el apoyo de representantes de su credo religioso. Aun pacientes que aseguran no creer en un Ser Superior, pueden encontrar reconfortantes las visitas de un capellán. Con frecuencia, la enfermera es la persona que primero percibe las necesidades espirituales del paciente y puede ser llamada para actuar como enlace entre el paciente y el capellán. En muchos hospitales tienen una lista de clérigos de diferentes credos que pueden ser llamados si el paciente no tiene su propio director espiritual. Y el hospital no cuenta con un capellán. Las enfermeras también pueden sentir la necesidad de hablar con alguien de sus mismos sentimientos respecto a la muerte y al moribundo, y a menudo encuentran en el capellán una persona que les ayuda en ello.


-Miedo y Muerte:
El miedo a la enfermedad y a la muerte son ancestrales. Por mucho desarrollo científico y tecnológico que se produce en algunas latitudes de la tierra, traducido en grandes avances sanitarios que permiten prolongar la vida de unos pocos, no nos protegen ni del miedo ni de la muerte.
Es posible que nuestros abuelos, que vivían en más en el ámbito rural, vivieran la muerte y el morir con más naturalidad. Conforme pasa el tiempo estamos consiguiendo sustituir vidas más cortas y muertes más tempranas y rápidas por vidas más largas y muertes más lentas, prolongadas por intervención médica y tecnología. Pero es posible que nos estemos distanciando también a nivel subjetivo de la experiencia del vivir el morir como última etapa de la vida.
No estaremos muy lejos de la realidad si describimos nuestra sociedad como un tanto tanatofóbica, es decir, caracterizada por un persistente, anormal e injustificado miedo a la muerte o a morir.
Muerte y morir no son sinónimos. La muerte es la cesación absoluta de todas las funciones vitales, mientras que el morir es el proceso por el que se llega a la muerte. Pero no solo. Acostumbramos a hablar de la muerte cuando filosofamos, generalizamos, consideramos la finitud de la condición humana… Hablamos del morir cuando tenemos en mente y corazón un proceso más próximo, más personalizado de seres queridos, de pacientes, de nosotros mismos.
Algunos pensadores han pasado a la historia precisamente por su gran capacidad de reflexión sobre la muerte, como es el caso de Sartre.


-Perdidas a lo largo de la vida:
Las pérdidas existen en la vida de todo ser humano; pueden venir de varias formas, como la pérdida de un ser querido, la pérdida de dinero por negocios mal planificados, la pérdida de un gran amor, la pérdida de un empleo, la pérdida de nuestra autoestima y poder personal por situaciones vividas en nuestro día a día. La pérdida de nuestros deseos de vivir puede incluso provenir de procesos de rechazo continuos a lo largo de nuestra vida.
Todas las pérdidas deben ser vivenciadas en toda su intensidad energética, pues ellas sin duda alguna nos consumen, pero jamás podemos dejar nuestra energía presa al momento en que ocurrió uno de estos acontecimientos. Si sucede eso, tú dejarás de vivir tu vida en la plenitud que te es peculiar.


-Procesos de duelo:
El duelo es un camino por donde tenemos que atravesar una serie de etapas o tramos. Se trata de una aproximación a lo que ocurre, con retrocesos y avances a lo largo del proceso. En definitiva, los estudiosos del duelo y el morir definen una serie de estaciones o fases por las que transcurrimos en nuestros procesos de duelo:
Etapa 1 – Fase de shock o estupor
Estado de desconcierto y embotamiento, caracterizado por la presencia de conductas automáticas y la incapacidad de aceptar la realidad. En estos primeros momentos hay personas que actúan como si no hubiera ocurrido nada, aparentando ante los demás que aceptan plenamente la situación. En otros casos, encontramos a personas que se paralizan y permanecen inmóviles e inaccesibles.
Se trata de un estado protector que sirve para dar tiempo a asumir la información recibida y puede durar horas o incluso algunos días.
Etapa 2 – Fase de rabia o agresividad
Podemos sentir falta de seguridad y baja autoestima, e incluso enfadarnos con aquellas personas a las que consideramos responsables de la pérdida. Suelen aparecer también sentimientos de injusticia y desamparo junto con problemas como insomnio, pesadillas o sueño no reparador.
En este momento podemos sentirnos con menos capacidad de concentración y tener pérdidas de memoria. Nuestro apetito en general también se ve afectado y nos resulta muy difícil disfrutar de las actividades cotidianas.
Etapa 3 – Fase de desorganización o de desesperanza
Empezamos a tomar conciencia de que nuestro ser querido no volverá, aún así, muchas personas “sienten la presencia” del familiar fallecido, sobre todo en momentos de somnolencia o relajación. Este momento se caracteriza por la sensación de desorganización al no estar presente ese ser querido. Por ello, es habitual experimentar apatía, tristeza, desinterés, o incluso una tendencia a abandonarnos y a romper los esquemas de nuestro estilo de vida personal habitual. Algunas personas sienten también el impulso de llevar a cabo cambios radicales en su vida (casa, trabajo, mobiliario, localidad de residencia) o en sus relaciones personales o familiares. Pero es mejor dejarlo para más adelante.
Etapa 4 – Fase de reorganización
Poco a poco vamos afrontando la nueva situación y reorganizamos nuestra propia existencia. Aquí, el recuerdo de nuestro ser querido empieza a transformarse en una emoción reparadora.
Durante este tiempo tendremos la sensación de estar recorriendo una y otra vez estas cuatro fases, pero cada vez, nos iremos adaptando con mayor tranquilidad a la realidad de esta gran pérdida.
La vida ya no volverá a ser la misma, porque la pérdida deja un vacío irremplazable. Cada uno tiene que seguir su propio camino y su propio tempo, conscientes de que es un proceso que precisa nuestro esfuerzo. El objetivo es conseguir avanzar en la reconstrucción de una vida con un nuevo significado, que nos servirá de ayuda en la maduración y el crecimiento personal.
Recuerda que, a lo largo del proceso, tendremos que superar distintos retos:
1. Aceptar la realidad de la pérdida, afrontando plenamente que la persona querida está muerta, se ha marchado y no volverá.
2. Experimentar el dolor de la pena, sin bloquear los sentimientos ni negar el dolor que está presente. Es imposible perder a alguien a quien se quiere sin experimentar dolor.
3. Adaptarse a un mundo en el que el ser querido está ausente. Esto supone empezar a hacer tareas, gestiones, tomar decisiones, etc. sin contar con la presencia y el apoyo que nos daba antes esa persona.
4. Recolocar emocionalmente a nuestro ser querido y mirar hacia el futuro. No se trata de olvidarlo sino de encontrarle un lugar apropiado e importante para recordar nuestra vida juntos, pero dejando espacio para otras relaciones significativas. La vida nunca volverá a ser lo mismo, pero enriqueceremos nuestro espacio con nuevas emociones y relaciones.



-Calidad de vida y muerte:
Aspectos éticos y legales relacionados con el bien morir:
La muerte es la última y definitiva de las crisis a las que se enfrenta la persona. Por eso un espacio privilegiado en que resuenan los valores y temores de cada varón y mujer y de cada sociedad. También aquí la ética puede realizar un discernimiento axiológico sobre el montaje cultural en torno a la muerte y el fallecimiento; el campo de las actitudes ante la muerte puede estar produciendo una subversión utilitarista en la visión de la muerte.
Considerar la responsabilidad de los médicos y su iniciativa para informar al paciente moribundo sobre la seriedad de su situación (¡!)Tal responsabilidad incumbe también al personal sanitario y asistencial, al igual que los familiares del enfermo.
También le pertenece el discernimiento sobre los intentos de vencer técnicamente la muerte o el envejecimiento, mediante procedimientos como la hibernación o mecanismos de investigación electrónica.
Como se podrá apreciar este es el complejo panorama que debe afrontar la reflexión ética y el camino no parece ser para nada corto. Hoy, y desde hace un tiempo, no solo se dirigen las funciones corporales del agonizante, sino que la misma persona del moribundo es frecuentemente objeto de manejos y de manipulación, como lo expresara B. Häring en su Ética de la manipulación.
-Propósito de la vida y la muerte:
Muy a menudo oímos las preguntas comunes “¿Cuál es el significado de la vida?”, “¿Cuál es el propósito de la vida?”, “¿Por qué nacemos?”. En la mayoría de casos tenemos nuestros propios motivos acerca de nuestro propósito en la vida, sin embargo, desde una perspectiva espiritual hay dos razones genéricas por las que nacemos. Estas razones definen el propósito de nuestras vidas en el nivel más básico. Son las siguientes:
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Completar la cuenta del toma y daca que tenemos con otras personas.
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Progresar espiritualmente con el objetivo final de fusionarse con Dios y, por lo tanto, salir del ciclo de nacimiento y muerte.


